El secreto está en la caja

La liquidez que genera una empresa viene determinada por su flujo de caja —resultado neto más amortizaciones—, que es el dinero disponible para el repago de la deuda, cubrir las necesidades operativas de fondos y retribuir a los socios o accionistas.


El balance de situación refleja la solvencia —fondos propios—, la rentabilidad —resultado del ejercicio— y la liquidez —tesorería—. Es una foto en un momento determinado; en el modelo 200 refleja las cuentas a 31 de diciembre del año en curso. Los proveedores financieros (bancos, fintech, SGRs...) también nos pedirán los balances provisionales durante el año en curso para analizar su evolución, por lo que es importante presentar unos balances lo más actualizados posible si queremos mantener su confianza para incrementar la financiación o si nos interesa incorporar a un nuevo partner financiero a nuestro pool.


Un balance actualizado debería mostrar las variaciones de stock, los trabajos en curso, las amortizaciones, los trabajos realizados por la empresa para su activo, los saldos de clientes y proveedores y la tesorería en un momento determinado. Además, habría que “eliminar” los saldos de las cuentas 551 y 555, en donde se anotan los movimientos con socios y administradores, así como “las dudas del gestor o contable”; es decir, aquellos movimientos pendientes de justificar o explicar debidamente, tanto del activo como del pasivo. Y, por supuesto, la cuenta de tesorería, que jamás debería estar en negativo, pues penalizará nuestro rating, aunque sea correcto contablemente, pues refleja que estamos operando con el circulante proporcionado por la póliza o, dicho de otra manera, que no generamos caja.


Por el contrario, un saldo abultado en la cuenta de tesorería indicará que la sociedad dispone de cash suficiente para afrontar sus compromisos de pago puntualmente, lo que generará confianza y, posiblemente, nos diferencie de otras opciones para atraer a la entidad financiera.